sábado, 11 de octubre de 2014

Muletas para Alejandro

Alejandro vivía tranquilo,
melancólico como muchos,
reconociéndolo como pocos,
por eso pasaba tiempo solo,
la mayoría del tiempo al menos,
o se rodeaba de personas,
alguien que guste de reparar
aquello que se sabe quebrado,
le gustaba caminar por el mundo,
aunque había algo en eso
de caminar tanto que no calzaba,
tenía una incongruencia,
miraba siempre el suelo,
con aire distante,
con mirada de horizonte,
nunca veía los bordes
sobresalientes de la berma,
que nacen del descuido
sobreviviente a la ciudad,
al igual que él,
de la ciudad de misma,
por eso tropezaba a cada rato,
le gustaba tropezar
porque no le gustaba tropezar.

De vez en vez,
pasando bajo un edificio,
le cae algún sueño defenestrado,
basura, objetos perdidos,
objetos voladores descuidados,
todo perdido y golpeándole,
a él, en la cabeza,
de ahí su manía por los sombreros,
buen gusto, buenas tardes,
con todo el estilo al hombro,
la basura de unos
es el tesoro de otros.

Es parte del camino, al final,
buenos pasos por un mal camino,
el camino es malo de por sí,
como ya dijimos arriba,
pero es malo también
en sentidos múltiples,
más allá de lo que aparenta.
y aparenta muchas cosas,
lo que más se disfruta
es la torcedura simple
de su tobillo entre caídas,
vaivenes y tumbos,
al menos eso dice él.

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