jueves, 30 de marzo de 2017

Viviendo

Salgo a caminar, como en un domingo cualquiera en el que estaría preocupado por las diez entregas de diez trabajos, diez escritos, diez señuelos para mi atención urgente que, nuevamente, no ha sabido vislumbrar lo importante entre las preocupaciones cotidianas.
Siempre son los impuestos. Impuestos. Me han impuesto que me siente frente a una pantalla, que me pare frente a una persona, o varias personas, haga de anfitrión y les venda mi producto, Me han impuesto que deje de ser yo para ser el que esperan que sea. Yo no sé bien quién ser. Me imponen caminar por las vías que han concebido para mí.
Me niego rotundamente a esto, a veces.
Salgo a caminar, porque no produce riqueza, es el placer de sostenerme por mis piernas, de forma equitativa, democrática y circunstancial, atendiendo a la necesidad de mover el cuerpo involuntario que me trae sin cuidado hoy. Camino para pensar y repensar, hasta destruir las relecturas mentales de cada una de estas líneas, que recuerdo vagamente. Y vagamente sé que me equivoco al recordar, porque la precisión no es mi fuerte, quizá por los problemas de vista que me aquejan desde siempre.
Vago, porque es la libertad del movimiento mi única revolución en todos sus aspectos. La única posibilidad de burla a un sistema que. jamás perfecto, es siempre perfectible.
Todo muy ecológico. Camino por eso también.
Y el resto del tiempo estoy sentado, muriendo.

domingo, 19 de marzo de 2017

Dios te extrañamos.

Me saludó con su sonrisa alcohólica,
se me acercó por el paseo público,
arrastrando sus pies cansados,
acarreando el peso de sueños pasados,
oyendo voces desconocidas,
alimentado por ideas quiméricas.

Me saludo con su sonrisa pública,
se me acerco por el paseo cansado,
arrastrando sus pies pasados,
acarreando el peso de sueños desconocidos,
oyendo voces quiméricas,
alimentado por ideas alcohólicas.

Me saludó con su sonrisa quimérica,
se me acerco por el paseo alcohólico,
arrastrando sus pies públicos,
acarreando el peso de sueños cansados,
oyendo voces pasadas,
alimentado por ideas desconocidas.

Me saludó con su sonrisa cansada,
se me acercó por el paseo pasado,
arrastrando sus pies desconocidos,
acarreando el peso de sueños quiméricos,
oyendo voces alcohólicas,
alimentado por ideas públicas.

Me saludó con su sonrisa alcohólica,
se me acercó por el paseo quimérico,
arrastrando sus pies desconocidos,
acarreando el peso de sueños pasados.
oyendo voces cansadas,
alimentado por ideas públicas.

Me saludo con su paseo cansado,
se me acercó con sus pies públicos,
arrastrando el voces pasadas,
acarreando el peso de ideas quiméricas,
oyendo su sonrisa desconocida,
alimentado por sus sueños alcohólicos.

Se arrastró por el paseo público, así acarreó sus pies cansados, saludando con su voz alcohólica. Oyó arrastrar el peso de sueños quiméricos. Se alimentó de la sonrisa desconocida, acercándose a ideas desconocidas.

Perdón.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Básicamente

Confundo las palabras con una facilidad impresionante.
Confundo la realidad con lo que he leído, visto y escuchado. Al salir de mi habitación durante la noche veo en el fondo del pasillo que se abre a mi izquierda (en la bifurcación que surge en este punto), justo en las cortinas que cubren la ventana que da a la calle, una luz blanquecina de la estatura de una persona, con las formas imposibles de una persona, pero sin ser una persona.
La fantasmogoria de todos los días es, básicamente, el exceso de imaginación y la falta total o parcial de los sentidos.
Mi vida es, básicamente, una confusión.

martes, 7 de marzo de 2017

A veces vuelvo,
pero nunca estoy.

Me duele la cabeza
de pensar las cosas que hago,
pues la nada es infinita
y el entendimiento jamás.

domingo, 5 de marzo de 2017

Membranzas

Palabras menos.
Sólo tengo palabras menos. Es increíble como las voy perdiendo en todo este tiempo sin escribir. Últimamente recuerdo aquellas que me implicó algún esfuerzo encontrar, recordar, decir, entender y, finalmente, aprehender, como un largo proceso en camino a la comprensión. Cada pequeño punto asido en la gran concatenación de acontecimientos en los múltiples planos de lo que para algunos llaman existencia. Podría sentir la yuxtaposición mejor de lo que soy capaz de entender el cariño.
Al final del día trato de recordar lo que hice durante otros días, más viejos, pero menos que yo. Sólo puedo traer de la memoria acontecimientos más importantes: Esa mañana ocurrió el atentado de las torres gemelas; en esos días se jugó el Mundial de Francia; terremoto en concepción; incendio en Valparaíso, en el sur, en Valparaíso de nuevo. Mis días no son los días, pero entran dentro de estos.
A veces recuerdo lo que es secarme las lágrimas con toda la palma, como si fuese un pañuelo. No, no como si fuese un pañuelo, más bien como una cosa que, a través de toda su extensión y gracias a ella misma, puede contener una lágrima y su marcado camino. Y esas mismas veces recuerdo la forma en que mi mano se quedaba húmeda hasta que todo rastro de la lágrima desaparecía. Esa lágrima englobaba todo en ese momento, y se acababa -el momento y la lágrima-.
Otras veces simplemente ya no recuerdo.