lunes, 23 de julio de 2018

Sobre escribir

El otro día vi a la tía Ana Catalina. Le sigo diciendo tía, aunque no es familiar mío; era la costumbre escolar de aquellos años, que se ha mantenido en algunos lugares, de llamar a sus profesores como un componente cercano (aunque externo al núcleo clásico) de la familia. Yo creo que ella no sabe lo importante que fue para mí, y hasta este instante ni yo lo tenía muy claro, al enseñarme a leer y escribir hace ya muchos años. No conozco sus motivaciones para elegir la profesión de profesora, en especial dedicada a los niños más pequeños dentro del sistema escolar tras los años de transición (que en esos años no se llamaban así).
Espero, y este es un gran deseo si pensamos en mi elección vocacional, que ella haya preferido esta carrera por sobre muchas otras para poder entregar las valiosas herramientas con las que ahora muchos de los que estuvimos una temporada a su cuidado podemos construir. No sé si todos nosotros, mi generación y las otras que tuvo a su cargo, están utilizando estas herramientas; mucho menos si estas construcciones que arman con ellas son positivas para el mundo; incluso, ni siquiera sé si todos están vivos o si ella los ha sobrevivido.
Pero yo, con mi juventud a cuestas y con la vista puesta en las más grandes metas que mi mente puede imaginar, agradezco profundamente lo que ella hizo por mí. Si no supiese escribir, no podría pensar esto como lo hago, y no me imagino ninguna otra forma en la que poder pensarlo. Amarrado a las explicaciones con figuras basadas en lineas lo más rectas posibles para mis manos poco seguras, me sentiría perdido en los vericuetos caminos del pensamiento.
La manzana era roja, el árbol verde y marrón. Los sellos inquebrantables de las discusiones educativas que definen las formas y los contenidos quedan al margen, a pesar de poder criticar las estructuras de aquel fantasma invisible que llamamos "sistema". La escuela es un medio para el Estado-Nación y la educación no es un fin en sí mismo, incluso para los más creyentes en la labor docente. Porque el conocimiento implica acción; y la acción, movimiento; y la acción, reacción.
Aprendí muchas cosas en ese tiempo, del que guardo pocos recuerdos convencionales. No es intención mía pensar ahora en cambiar la educación para mejorarla (entendiendo el ahora como este trozo de internet del que me apropio de forma intelectual y elusiva), sino que me importa mencionar. por sobre todo, sería una persona absolutamente distinta si hace casi veinte años alguien no me hubiese enseñado a leer y escribir.
Ambas acciones se han vuelto con el tiempo definitorias y definitivas para establecer las más importantes cualidades de mi identidad. Soy el que soy por lo que me han hecho a través del tiempo. No es una queja: ante todo, es un hecho, que muchas veces veo de forma negativa, pero que hoy lo esbozo con profundo agradecimiento.