domingo, 24 de abril de 2016

Elogio de los ascensores.

Se levantó.
Yo veía desde mi ventana en el décimo piso cómo, en un edificio frente al mío (de mis padres, para ser más preciso), la silueta de una señorita se vestía. Quizá haya sido un vestido, o tal vez una falda y una polera ajustada; a lo mejor sólo era mi imaginación mostrándome, en mi parcial ceguera, una nueva musa, las posibilidades de la figura ininteligible. Pensamientos prosaicos. Se vestía sin presura, o sólo se movía demasiado cerca de la cortina en pastel, jugando con las sombras chinescas de su esencia.
Óleo de una mujer con sombrero. Una esencia que sólo me correspondía a mí vislumbrar en la distancia. Incluyo la interpretación del hecho (que podría ser posterior o no) dentro del relato y ustedes nunca sabrán lo que vi. Aunque esto sería lo que vi, en realidad.
Una bandada de palomas cruza el cuadro, imposibilitada de quitarme el foco de ella. Quieta, recortada su silueta, espera. Sin hacerse esperar más, una cortina de lluvia cubre la escena. El cielo encapotado, del que probablemente les debí advertir antes, anunciaba su llanto desde la tarde. La tarde fue larga. Yo no quise verle, no la esperaba, era sólo otro día mirando por la ventana, fumando (aún no fumaba incluso en la ducha en esos días). Vi las alas de lo que, creo, era un sombrero, recortar las sombras.
Abrió las cortinas. La ventana. La lluvia me quitó la posibilidad de aseverar el misterio de su vestimenta. se sentó en la baranda; débil equilibrio, un cigarro que turnaba el descanso en su boca y en su mano. Una estrella fugaz, apagándose en el recorrido, anaranjado flamígero. Cayó, sin ruido, levantando el agua de una poza honda.
Se levantó.

viernes, 22 de abril de 2016

Profecías Autorrealizadas

No sirvo para nada,
y no es una doble negación
que proponga que soy
todo lo contrario,
sino que todo lo contrario.

He quebrado el piso,
el piso se ha quebrado
a mis pies,
bajo mi persona,
endeble humanidad,
triste humanidad,
no sirvo para caminar,
y lo disfruto,
¡cómo lo disfruto!
y te disfruto a ti,
¡cómo te disfruto!
pero no sirvo para nada.

He dejado ya
de disfrutarte,
de disfrutarlo,
solo en el silencio,
abrazando la nada,
y pienso disfrutarlo,
pero no puedo.

La trivialidad de la acción diaria me conmueve tanto como lo hace la responsabilidad impuesta, la redundancia del itinerario, la rutina, la planificación semanal; sesiones de terapia de shock, todos los días y gratuitas, la idea de empatía, violentada como neologismo placentero, un placer altruista, egoísta. Vivo siempre retornando al país de las maravillas, sin haber ido jamás. Otro nombre para otro acto, un concepto que irrumpe desde la necesidad de autocomplacer una construcción endeble: El ser. Y mi palabra es ley en mi territorio privado. Y la cumplo. No sirvo para nada.

sábado, 16 de abril de 2016

Quiéreme

Quiéreme por quererme,
no pienses más.

El resto déjaselo al silencio
que disfrutaremos juntos,

No te alargues como las sombras
antes de desaparecer,
no te acortes
como una estrella fugaz;
dura lo justo en la vida
y en la mía.

Disfrutémonos como podamos,
nunca como no,
quita las presiones de mí,
yo no pondré alguna sobre ti,
ya somos los diamantes
multifacéticos
que prometimos ser,
quizá aumenten las facetas
el tiempo, la vida, los movimientos,
no presiones tu nombre
sobre el mío.

Quiéreme por querer
y no pienses más.

miércoles, 13 de abril de 2016

Malitos para Despedirse

Sueles dejarme solo,
entereza, inteligencia, razón,
apartan mi compañía,
que a ratos les parece grata
y van en busca de farra;
me revuelco en mi mierda,
sin guardar silencio.

Eso sería lo ideal.

Quiero mi silencio,
quizá,
el mutismo del no movimiento,
no puede haber más silencio;
aun así lo busco aún.

No se logran las metas,
no se cumplen los plazos,
hasta luego,
mucho gusto,
un placer,
tenga buen día,
buenas tardes,
"nos vemos"
nunca es una buena despedida.

jueves, 7 de abril de 2016

Otro día, ayer.

Las de otoño, frescas mañanas,
los placeres de abril,
de mayo, de junio,
alguna te habré visto.

Te habré visto alguna
sólo a ti, y tú en mis ojos,
y los tuyos, preciosos.

Te conocí en otoño,
varios otoños, ya.

"¿Cómo pasa el tiempo?"
El tiempo pasa volando
es la única respuesta,
aunque ha pasado lloviendo,
y has pasado lloviendo,
también corriendo,
y a veces caminando.

También te he visto en silencio,
y el silencio lo hemos compartido
otras veces, que nos hemos visto.

Hoy te vi, de nuevo,
¿cómo ha pasado el tiempo?
¿cómo lo has pasado?
quizá no ha pasado ningún tiempo.

sábado, 2 de abril de 2016

De los Suicidas

Creo que lo del suicidio en mucho de lo escrito antes de hoy (y probablemente después también), no es más que una forma de volver a un estado original. Los suicidas nunca han estado vivos. Esa es la premisa. Nunca vivieron, por lo que vuelven un cuerpo que poseyeron a su estado primigenio de inactividad.
Siempre fueron una llama. Quizá nacen de los vestigios del prometéico fuego que queda en el aire, tras la petición callejera de conocimiento y vida, y el posterior encendido de un pulmón. Se levanta el gólem insuflado de acción y voluntad -jamás de vida-, lleno de dudas, pero sin ninguna pregunta, con la voz de otro, incapaz de hablar.
Son un alma con cuerpos prestados, incapaces de introducirles su completa voluntad. Dominan cuerpos ensamblados por piezas que no siempre pueden manejar. Nunca han estado vivos. Nunca lo estarán, no tienen esa libertad. Esto es lo más cercano.
Es imposible morir, si no se ha vivido nunca.