Tú lo sabes, te lo dije ayer.
El mandato de realizar, segunda persona, en el único tiempo posible, es perfecto y uno más. Comienza con el silencio, continúa con el principio, el reflejo del cielo en la tierra, el todo en su plenitud: Todos los tiempos; Todos los lugares; Todas las visiones; Todos los sonidos. Todos los todos y su inabarcabilidad. Un punto en todos los puntos, el comienzo, el primero entre todos ellos, a pesar de haber comenzado distinto. El uno, el todo, la convergencia de todas las ideas.
Tal vez no le he dado tiempo al inicio antes del inicio. La calma de la expectativa. Nerviosismo y fuerza en la inacción. Sólo un suspiro. Es el principio tras el descanso, la exhalación muda de aire que te recuerda una suave brisa. Quizá no le he dado tiempo porque es un momento ínfimo, pero jamás una pausa. Todos los micromovimientos detrás de un rostro que busca quedarse quieto, pero no, no hay pausa. Nunca las hay.
Al final hay algo más, más allá. Creo que es la respuesta que todos están esperando. El final de otros se queda en un punto anterior; el final de esto es impredecible, impronunciable muchas veces, inaccesible. Un sólo nombre para cada una de todas ellas, uno que las distinga, pero que tengan esferas totalmente propias, todas distintas,
Porque ese final nos permite mirar más allá y ese principio, no es un inicio, es calma. Y el medio es, en realidad el principio.