sábado, 25 de mayo de 2019

Envejecer

Lo que te hace especial se diluye lentamente, dejando resabios de las posibilidades que esperaste cumplir. Eres una promesa vana de ti mismo. Dejar el sueño atascado en la entrada, quedándose para siempre en la nube; el espacio incierto de todo lo que podría pasar y no pasa jamás. 
Cada día tus células se mueren, todo se acorta un poco en las largas duraciones del mundo. No parece notarse que un grano de arena se haya movido esta noche, cualquier noche, todas las noches. Desde el cielo somos un montón de puntos indistintos; si el creador supiera lo que hizo, no le importaríamos tanto. No sé si hay un creador, no me corresponde a mí decidir o explicar o contar creencias ajenas. Todo sigue en el ámbito eterno de la posibilidad.
En especial lo que te hace especial.
Potencialmente alguien haciendo potencialmente algo para lograr un sueño que se termina disolviendo en un mar profundo de frustraciones e ideas perdidas. 
En la biblioteca de los libros rechazados sigue haciendo el frío que habita una nube, sigue sintiéndose la presión que llena las sensaciones de los creadores. Todos los libros, al ojearlos, están en blanco, sus creadores olvidaron sus idead en el proceso de intentar crear realmente algo que lograra otro algo, más algo en el abstracto de sus pensamientos.
Mi reino por una idea.
No la quiero. Temo el momento en que logre el clímax de mi vida teniendo esa idea perfecta que me permita sentir que le doy sentido a todo el potencial desperdiciado en años de existencia opaca y difuminada, borrosa. Un momento de luz que luego traerá la oscuridad. Después de la luz, la opacidad eterna.
Nada duele tanto como ese momento perfecto cuando se va.