sábado, 29 de septiembre de 2018

La palabra escrita

El mayor temor por la permanencia es, sin duda, también el mayor placer para mí.
Porque muchas veces busco quedarme, sentir que estoy y sigo estando, y que podré ser encontrado entre mis palabras, las letras que se van guardando a medida que acepto su entrada al mundo, presentándolas en sociedad en base a su lectura, Todo proceso de escritura está, además, basado en su complemento directo, que es la lectura, y por consiguiente lo escrito está hecho para leerse.
Le temo a lo que escribo y me tomo con más libertad la palabra dicha, aunque creo que todo lo dicho ha nacido para ser escuchado y en este proceso se esconden suficientes promesas para una o dos vidas. La palabra empeñada siempre es escrita, aunque no siempre dicha, y la tinta muerta no existe en mi vida. Solo tengo la inmanencia de mi cuerpo y sus vestigios, y las letras se han convertido lentamente en esto.
No pretendo ser majadero, aunque me gusta cuando se juega con la repetición, a nivel rítmico me libera de buscar sentidos más preciosos que los sentidos que entrega la palabra misma, misma. A veces siento que suena tan bien y tiene un significado tan profundo lo poco que digo; a veces siento que hablo demasiado y sin sentido. Las palabras son una duda constante llena de seguridad, y al plasmarlas sobre el material que sea nos queda un recordatorio de nuestra propia necesidad de permanecer.