Probar dos veces
la misma fruta,
está prohibido.
Lo quieras o no,
nunca es la misma fruta,
o quizá lo sea,
pero no es el mismo sabor,
cada rincón se ha
puesto al sol o a la sombra,
umbra y penumbra,
y luz,
cada parte es distinta
si pasa el tiempo
algo varía,
algo cambia,
algo es nuevo,
eternamente nuevo
y otra parte es esencial.
Dulce y agraz,
la fruta prueba al comensal,
lo acepta o lo rechaza,
se desarma en su boca
creando la sensación placentera,
o simplemente es un alimento,
soso, irrelevante.
Tanta novedad
en cada encuentro,
en cada palabra,
en cada instante,
en cada silencio.
¿Cómo no quererlo?
Todo tiene tantos prismas,
tantas posibilidades,
y sé que entre nosotros
son infinitas.
Ambos somos,
al mismo tiempo,
fruta y comensal.
la misma fruta,
está prohibido.
Lo quieras o no,
nunca es la misma fruta,
o quizá lo sea,
pero no es el mismo sabor,
cada rincón se ha
puesto al sol o a la sombra,
umbra y penumbra,
y luz,
cada parte es distinta
si pasa el tiempo
algo varía,
algo cambia,
algo es nuevo,
eternamente nuevo
y otra parte es esencial.
Dulce y agraz,
la fruta prueba al comensal,
lo acepta o lo rechaza,
se desarma en su boca
creando la sensación placentera,
o simplemente es un alimento,
soso, irrelevante.
Tanta novedad
en cada encuentro,
en cada palabra,
en cada instante,
en cada silencio.
¿Cómo no quererlo?
Todo tiene tantos prismas,
tantas posibilidades,
y sé que entre nosotros
son infinitas.
Ambos somos,
al mismo tiempo,
fruta y comensal.