lunes, 15 de febrero de 2016

Qué tan guapa pudiste ser en mis memorias?
No, a la mierda. Estoy cansado, no estoy para recorrer silencios, recoger memorias, ayudar a ubicar en el almacén de los recuerdos otros pensamientos de los que no soy parte. Quiero soledad, quiero descanso, quiero silencio. A la mierda, a la mierda. Adiós. Palabras de más, palabras de menos. Vete a descansar a un palacio, a una posada, que en los establos duerme el mozo de cuadra.
Cuido el silencio con la paciencia que implica guardarlo, como un voto antiguo, como un deseo propio. Cuido mi calma y mi paz, lejos del sol, lejos de los polos, en la tibieza del espacio intermedio, entre los placeres y el frío. La colección de nubes es devuelta al río y basta.
Silencio y calma. Paz y memoria. Nada más.
El cuerpo descansa recostado. No hay más palabras, acciones. Intentos vanos. Silencio.

domingo, 14 de febrero de 2016

Espacios Franqueables

Cada uno en sus búsquedas,
cada uno en su lugar,
la distancia, el espacio
que media los seres,
aquellos que somos,
y el vacío, lleno
de obstáculos silenciosos,
cada uno en su punto
y la linea transecta
que nos uniría implica
un descenso gravitacional
hasta alcanzarnos,
nunca se ha ido
contra la naturaleza,
nadie sabe caer,
solo se cae,
me boté,
y ascendí.

jueves, 11 de febrero de 2016

Luto

Silencia la cabeza
para la calma del cuerpo,
blanco profundo,
resplandeciente en la oscuridad,
justo en el centro,
los pensamientos fundantes,
se mezclan en lo incierto
de las certezas.

No lo recuerdo,
una fila de personas de negro,
el silencio, el mutismo,
no hay mucho que decir,
faltó por decirlo todo,
nada cambiará ahora,
todo final es un principio,
el viaje inacabado,
inacabable, inabarcable,
la vida en su cenit,
las simas, las cimas.

La paz es sólo alcanzable
bajo las circunstancias adecuadas
en el momento perfecto,
el silencio, el silencio,
sin palabras, sin ruidos,
sin sonidos, sin ecos,
sólo en ese momento.

domingo, 7 de febrero de 2016

Finales y Recuerdos

Y me pregunto cómo pasó de un amor de una semana a ser personaje recurrente en todos mis escritos. La respuesta era fácil. Quedó grabada perfecta en mi mente su mejor parte, la que se quiere y puede mostrar. Nos distanciamos para que ella se convirtiera en una perfecta desconocida. Su recuerdo era perfecto, imperturbable. Me enamoré de ella, por eso terminé todo tan pronto.
No hubo tiempo más que para unos encuentros casuales, surgidos de la urgencia de verla y del deseo que sentía por ella. Recorría las callecitas pensando en encontrarla, esperando encontrarla, sabiendo cuales eran sus lugares predilectos para pasear en los tiempo que se regalaba. Me aparecía casualmente en su itinerario, para verla y que me viese, robarle algún beso, disfrutarla. Conversar lo suficiente, nunca demás, nunca de menos. La amé con locura y por lo mismo todo acabó.
Al final, en un día libre le propuse otra cita, la segunda planificada desde que la invitase a salir y empezase algo entre nosotros. Todo pasión, locura y muerte. Desenfreno y quiebre. Todo un día para aprovecharnos. Terminé con ella porque quería guardar ese recuerdo de ella. Congelarla en el tiempo. Pasa con los recuerdos que, a veces, cuando se intenta volver a ellos, los recuerdos pueden haber cambiado por infinidad de cosas. A estos recuerdos que la tenían por protagonistas quería darles un aura de indefinición que le permitieran en esas posibilidades, debido a la flexibilidad de mis cambios personales, deformarlos para tenerla siempre por perfecta.
Así, su nombre guardaba todo deseo, toda característica gustosa, todo placer. Mi paraíso particular oculté en ella. Y ella no tuvo que volver a aparecer en escena.
Pero no hubo perfección tal, sólo una enorme desdicha. La soledad se encerraba en su nombre, un nombre que me atenazaba el traquea, me oprimía el vientre. Me quitaba el aire su cuerpo etéreo en mi recuerdo, apoyado sobre mi cuerpo cada noche. El terror de un recuerdo tan flexible que constreñía mi cuerpo.
Ahora vuelvo por el final triste que me esperaba con ella. Le dije, al volver, que realmente noté que siempre quise estar con ella, pero no era verdad. Sólo quería mi final triste, o un final, al menos..

Sin refugio

Un descuido casual,
un cabezazo en el portaequipaje,
un golpe en el pasamanos,
un jalón de cabello,
quizá es sin querer queriendo,
que se me desarma el cuerpo,
en un viaje en micro,
quizá es por el destino,
directo al trabajo
a vender el alma,
un día más, otro más,
siempre me desarmo yo,
nunca le pasa a la micro,
sigue armada,
a pesar de las panas,
nunca despierto cucaracha,
nunca se me escapa el castillo,
no soy capaz de
convertirme en cucaracha,
perseguir al castillo,
no es mi vida un relato del muro,

Me llamo extranjero en el mundo,
me llamó extranjero en mi mundo,
desarmando lo que quedaba
después del viaje en micro,
quedan de mí,
ni un recuerdo,
ni una marca en la tierra,
sólo silencio y piltrafas.

jueves, 4 de febrero de 2016

Sábana Santa

La Verónica
y el problema de los paños,
impresa la cara,
uno en sus brazos,
vacila la cruz,
otro se enredó en sus piernas,
casi cae,
nadie lo cuenta,
la historia solo va a la cara,
el sudor de cristo
impregnado en un manto,
solo gotas,
manchas de agua,
marcas de aceite,
todo el chocolate.

Salió de entre la gente
a jugar, a saludar,
no se sabe nada de ella,
se le dio un nombre,
miro al sufriente
y sufrió con él,
secó su rostro con un paño,
la falda de su vestido,
tenía cinco años,

La misma calle,
el mismo lugar,
el bullicio de siempre
camino al calvario,
nadie lo recuerda
tal como fue,
yo lo entiendo bien,
basta que alguien te dé fe.

miércoles, 3 de febrero de 2016

La mejor forma de ocultar una hoja es dejarla caer en un bosque, en otoño.
Los únicos días que podía verla llorar, eran los días de lluvia. Su llanto destruía mis intenciones de hacer cualquier cosa que lo provocara. Estaba secuestrado. Después de un año perdiendo la fe en las relaciones humanas, escuchando sus quejas y viviendo su falta de voluntad de acción, sólo podía pensar en lo desgraciado del mundo. Cada día me contaba nuevas historias de su pasado, las circunstancias que la definían eran cada día más tristes, más escabrosas. Un pasado triste, lleno de fallas técnicas en la maquinaria que la rodeaba, siendo ella la pieza angular que hacía funcionar todo, a su pesar.
Al otro día se despertaba rebozando del tópico de la edad de oro, y el tiempo pasado fue mejor que el presente
!Puta que tengo que ser penca para llegar a ser peor que su pasado de mierda, weón oh¡
Viví con ella sus días malos y sus días que no lo eran tanto. Vi su sonrisa asomar entre sus dedos, verdaderas rejas para sus gestos, rejas casi naturales, las ramas que coronaban a los arbustos, reducidos por palabras que parecían verdaderos machetazos en su agudeza, pero lentos, suaves, delicados.
Le robé sonrisas. Sólo a través del crimen podrías entenderme, pues sólo ahí sabes quién eres, de qué eres capaz, si eres tan persona como para sentir remordimiento.
Y lo disfruté mientras duró.
El último medio año fue un secuestro, no había voluntad ni energía en mí para seguir conociendo circunstancias. Ella necesitaba compañía. Mejor la mía que la de un diablo por conocer.
La invité al sur, más al sur, donde llovía siempre. Cuando me dispuse a dar un corte final, su voz sonó más aguda, más filosa, más tranquila.
Terminó conmigo. Había encontrado otro diablo más conocido.

martes, 2 de febrero de 2016

Revivir.

Entrando a la casa. Pasillo largo con puertas a mano derecha y mano izquierda. No importa cuantas, la acción transcurre en la primera puerta a mano derecha. Entreabierta, el crepitar de las llamas se escucha como un sonido lejano. El reflejo del baile de las llamas en el piso de madera es absorbente. Paso quizá veinte minutos absorto en la belleza de la forma indefinible de su danza.
Quizá por un momento bailaría con ellas por toda la eternidad.
Pero la eternidad es un concepto demasiado amplio para que yo lo pueda entender. En términos reales, si bien no conozco la realidad, en la forma en que la asimilo no alcanza a haber una comprensión de la eternidad. Sólo palabras. Palabras.
Me impresiona pensar la cantidad de objetos que pueden avivar una llama. Todo, o casi todo, pero jamás las palabras. Tampoco los buenos deseos. La acción directa de acercar algo a su área de influencia, lo suficientemente cerca como para ser lamido y abrazado por las ascuas y dejarle ahí.
Las llamas menguan en un aviso claro de que la eternidad es imposible. Quizá leyeron mis pensamientos. Abrí definitivamente la puerta y el reflejo creció en mis ojos hasta convertirse en la dolorosa realidad de una vida menguante. ¿Las llamas vivirán? Más allá de las respuestas científicas, creo que hay algo de vida en todo esto. Es simplemente embriagador el calor que provoca su sola visión.
Cuando las llamas se convierten en algo más que su propio reflejo, mi vida pende de un hilo. Todo buen motivo para vivir, también lo es para morir.