viernes, 22 de abril de 2016

Profecías Autorrealizadas

No sirvo para nada,
y no es una doble negación
que proponga que soy
todo lo contrario,
sino que todo lo contrario.

He quebrado el piso,
el piso se ha quebrado
a mis pies,
bajo mi persona,
endeble humanidad,
triste humanidad,
no sirvo para caminar,
y lo disfruto,
¡cómo lo disfruto!
y te disfruto a ti,
¡cómo te disfruto!
pero no sirvo para nada.

He dejado ya
de disfrutarte,
de disfrutarlo,
solo en el silencio,
abrazando la nada,
y pienso disfrutarlo,
pero no puedo.

La trivialidad de la acción diaria me conmueve tanto como lo hace la responsabilidad impuesta, la redundancia del itinerario, la rutina, la planificación semanal; sesiones de terapia de shock, todos los días y gratuitas, la idea de empatía, violentada como neologismo placentero, un placer altruista, egoísta. Vivo siempre retornando al país de las maravillas, sin haber ido jamás. Otro nombre para otro acto, un concepto que irrumpe desde la necesidad de autocomplacer una construcción endeble: El ser. Y mi palabra es ley en mi territorio privado. Y la cumplo. No sirvo para nada.

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