lunes, 27 de octubre de 2014

Hipnosis Technicolor

Los primeros besos
los vi de mis padres,
los segundos en la calle,
de aquellos inmorales
(a los que he aprendido
a imitar con el tiempo)
que no respetan
la presencia de un niño,
los siguientes,
los más importantes,
los que sirvieron
para los aprendizajes
que usaría de adolescente,
y joven, preciosa juventud,
vienen siendo las grandes pantallas,
mejores maestras no hay,
de ahí saque el arte,
o el intento de este,
para poder desligarme
a una vida de erotismo,
la pasión y el placer,
el deseo y el placer,
el placer y el placer,
la autocomplacencia, también.

Seguí mirándolas,
pantallas y más pantallas
el proyector me rodeó más,
mi silueta se cruzó un par de veces,
así siguieron los manjares visuales,
con viajes por el mundo,
en blanco y negro,
y a color, con sonido,
puedo declarar conocer
tantos lugares como locaciones,
Nueva Zelanda en el centro,
de ahí a los alrededores,
los alrededores son todo el globo,
y las lenguas se trenzan
en beso en rededor mío,
una francesa me susurra al oído
algo que no entiendo,
pero sé que me deja esperando,
que se acerque un poco más,
pero no hay tacto en mi posición,
mientras la gringa tan libertina
y liberal que es, se acerca,
muestra tanto como puede,
pero se queda lejos al final,
suma y sigue con los romances,
historias inconclusas,
historias sin principio siquiera.

La quintaesencia de la libertad,
un affaire tranquilo entre tanta mierda,
todo desde la comodidad del voyeur,
oculto entre las sombras,
siendo observador activo y pasivo,
construyendo sin declarar,
libre conocedor de todo,
de todo lo que te muestre
y un poco más, sin declarar.

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