sábado, 25 de octubre de 2014

La Perfección

Y siempre es de golpe
la estrambótica tormenta
que remece mis cimientos,
realmente no son tan firmes,
ni siquiera tengo certeza
de tenerlos como estructura,
pero remecen mi interior
el que está más interior,
ahí, sí, ahí.

Se agotan lentamente
las pocas rocas estables
que quedaban alrededor,
por lo mismo, sin equilibrio,
se libera la sujeción interna,
que alimenta las formas
y define las buenas maneras,
entonces, soy culpable,
mal llamado demente libertino,
por la licencia que pongo
como firma a mis actos.

Aquel yo más verdadero,
lejos del más objetivo,
reconociendo su naturaleza.

Al final se alimenta de mí,
del sentimiento que tengo,
le llama exquisito,
panacea y ambrosía,
manjar divino,
sigue acá, aferrado,
con sus dientes clavados
marcando mi piel,
cada vez más gris,
toda vez que es grisácea
producto de la decadencia,
el declive del estar.

Es la violencia y victoria
de todo vicio,
sobre toda virtud.

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