sábado, 23 de agosto de 2014

Invisible Dos

¿Por qué fue que dejé de hablar
con ojos brillantes sobre soledad?

No necesito un guardián
que me corte las manos
y olvide mi voz,
prefiero la calma fácil
nacida de lo no es natural
para las sociedades,
que solo se desvisten
entre cuatro paredes
y los fetiches son de todos,
menos de sabios, letrados,
gentes cultas y solemnes,
aún no hay profetas
que enseñen a besar.

Le doy muchas vueltas,
sería el peor doctor,
nunca llegaría al punto,
se me iría el día hablando
preguntando por el clima,
si cree que lloverá más rato,
si le duelen los huesos,
las articulaciones,
que si el viento norte,
que si el sur oscuro,
la tierra sabe a humedad,
sabe de lluvias y lunas
que quieren dormir al amanecer.

Cuando me hablan
me demoro un segundo,
que se siente largo y estrecho,
como un herida punzante
hasta el centro del vientre,
sin hacer daño alguno
me quedo pasmado,
me impresiona aún que me vean,
llevo años creyéndome invisible,
sin pagar entradas ni pasajes,
sin vestirme ni taparme,
ni cubrirme de mentiras
para ocultar mis miedos,
la honestidad me ha cansado,
rasgar su costado
para herirla sería el placer
que quiero ver reflejado,
su rostro fugaz de dolor
guardado solo para ella,
es mío cuando cree estar sola,
pero yo si estoy solo.

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