sábado, 7 de junio de 2014

8.-

Solo cuando el muerto hubo muerto se pudo hablar de él, antes que eso, hacerlo era una falta de respeto, porque estaba vivo y los vivos aún tienen un rango último de esperanza. Ahora que ya ha pasado de este límite final, podemos decir entre susurros y en las esquinas que sus acciones no fueron tan buenas, aún temiendo que pueda levantarse de pronto y reñirnos por estas maledicencias, aunque sea con toda honestidad, sin embargo, no lo hará, porque ya suena un monótono final de fondo a todo el mundo que estaba en el hospital. El llanto generalizado invita a la duda de su ida, tanta pregunta sobre la despedida de alguien que era tan tan bueno, que tal vez no lo era tanto.

Quizá hablan tan bien de él porque se ve más elegante o bello en su rigidez, aunque sinceramente pienso que esa imagen se debe a la inquietante y tenebrosa aura que rodea la sombría sensación con la que el cuerpo llena la habitación. Tal vez es la necesidad de intercesión que surge al sentir la mortalidad de todos y cada uno tan cercana, el primero en viajar nos allana el camino en vías de la esperanza de un más allá tan desconocido como esperado, la providencia de un porvenir tan abstracto como las palabras que lo componen, la sensación de pomposa y lacónica calma deja el aire enrarecido a través de los pasos. También está el hecho de que la blancura siempre ha sido más valorada y mejor vista en el color de la piel, y en estos momentos la palidez que repta por el espectro de los grises y sus combinaciones va dándole un toque ciertamente majestuoso a la escena de su cuerpo.

Algunos están escuchando pasos, sugestionados por el miedo de haberlo conocido, asustados en la idea de que algo quedó pendiente, realmente hay demasiados tratados sobre la muerte escrita por vivos, muy pocos atribuidos realmente a un muerto, escrito ya estando en ese estado. El llanto no es una acción sugerida, sino, más bien, una obligación moral, ya sea un llanto húmedo y lacrimoso, o un llanto expulsado del cuerpo en palabras medio enojadas, medio desoladas. Es un mártir de una causa por la que nunca dio batalla ni discurso, al menos eso creo, la supervivencia parece a esta altura un excelente grito de batalla en voz del egoísmo. Todos quieren su compañía, pero nadie quiere hacerse cargo.

Demasiados ritos mortuorios predisponiendo a los que se han ido para seguir viviendo en un espacio que no conocen los preparadores de estos ritos, ni la tierra encima, ni las vendas, ni la resina o el serrín, ni hilo y aguja, ni el silencio ni el mármol, el final se pensó siempre abierto, solo dado a la imaginación de los que quieran imaginarlo. Sus mejores galas son la mejor coraza para este nuevo paso que se ve obligado a dar por circunstancias más allá de sus decisiones personales, de hecho, a pesar de sus decisiones personales y debido a ellas... debe seducir al cielo.

La fantasmagoría nos va dando diferentes resultados, a pesar del aura o la carga del aire, las sombras están jugando y mostrando las formas que nos recuerdan que estamos vivos, camino a ser muertos, todo tiene un toque bastante espiritual cuando alguien cerca ha dejado de respirar. La soledad de la que ahora tienen certeza todas estas personas es el mayor dolor que pueden sentir, no porque esta persona haya sido particularmente buena o real compañía, sino que es debido todo el ambiente que recrea su partida hacia donde no puede ser alcanzado y el rededor vacío que se genera en los lacrimosos silencios.

La quimera de la vida es una sombra irónica cuando la luz del final del túnel parece acercarse inmóvil, las ilusiones del principio y el final se rotan en las medianías del camino, recordando la propia banalidad, ante todo esto es mejor continuar con mi trabajo antes de que el aire de este sitio empiece a hacer mella en mi voluntad, solo seguir el protocolo de estas situaciones y salir de aquí, colgar las ropas blancas tranquilamente.

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