jueves, 12 de junio de 2014

15.-

¿Cómo decirle de forma romántica y decente que cada mañana despierto excitado por su recuerdo? Quizá necesite ayuda de los libros primordiales que encuentro en mi repisa, en la que te enfrentas de buenas a primeras a la "Santa Biblia", mientras la flanquea mi colección de pornografía, textos demasiado herejes para ser nombrados y un par de historietas. Creo firmemente en la variedad de material para poder tomar las decisiones adecuadas, contrastar puntos de vista y afrontar la posibilidad y la acción de la manera más pertinente. Es mejor estar abierto a las opciones que cerrarse en los puntos de vista preestablecidos, así, es mejor tener claros los principios propios, pero no cerrarlos en la inmovilidad, en una supuesta claridad que limita el movimiento. Estar demasiado ligado al presente o al futuro no es tan buena idea, mejor pensar en ambos, sin mantenerlos inamovibles, inquebrantables, irreductibles, pues, quizá, te muevas, te quebrantes o te reduzcas.

¿Cómo conquistar tu figura, tus ideas y tus sentimientos a la vez o en ese orden? Podría haber algo en las guías de auto-ayuda, en el segundo espacio, al lado de las crónicas de los viajeros del nuevo mundo, los textos sobre la fuerza de la humanidad y otros que definen la personalidad. Hay un mundo de sorpresas entre la idea de que debes caer para levantarte y el poder que radica en la acción, en la fuerza o en la auto-comprensión. Tantos libros con verdades irrevocables, sufren el infortunio de acumular polvo o abrirse en posibilidades de respuestas que se enredan hasta desarmar toda la estantería sin encontrar una única respuesta y terminan por ordenar otra distinta sobre el escritorio, con páginas de cada libro en una coherencia inusitada y de placentera forma inconexa.

¿Cómo puedo desnudarte y disfrutar de la vista, sin perderme solo en eso, ir más allá, mirarte a los ojos, ver el conjunto, entenderte en tu panorama, pero también disfrutar de todo tu ser y tu estar? Tal vez encuentre la respuesta en los textos que hablan sobre un arte de amar, en la tercera repisa, volver a revisar mi biblia, volver a la literatura prohibida de una persona moralmente sana, cuidadosa de las buenas costumbres, esa persona que no soy, quizá más me sirva un libro sobre análisis artístico y verte como una pieza en tu totalidad, mientras van jugando las sensaciones y los sentimientos, describiendo la contemplación erudita o la complacencia artística. He pensado, y, de hecho, ahora mismo lo estoy pensando también, si debiese de recurrir a la sabiduría eterna de aquellos que han tenido las mismas dudas y las han escrito en sus diarios personales, en sus crónicas de dudas existenciales.

¿Cómo tomarte sin tomarte, poseerte sin poseerte, jugar sin jugar, atacar los juegos de palabras y poder definir todo esto sin clasificarlo en una palabra arrolladora que lo limite? Acaso la vida me entregará en la parte de abajo de mi repisa un compilado de poesía burda o bella, preciosista o simple, nostálgica o esperanzada. Tal vez me hablen de Romeo y sus ilusiones e ilusas formas de jugar, que siguen sonando tan bien, tan bien, para poder intentar rellenar los vacíos lógicos de algo que no tiene porqué tener lógica, realmente es una pregunta guía y vana para poder hablar un poco de todo esto, sin hablarlo con seguridad, aunque ya no me es necesaria la seguridad para decir un poco lo que siento en estos momentos.

O, tal vez, la respuesta esté en la guía telefónica.

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