domingo, 30 de marzo de 2014

Humanidades

En la orilla de las ruinas quemadas
yacen las personalidades sucintas
de los anónimos damnificados por los sueños
de otros distintos de ellos,
dejados en el fondo
por las sucintas consciencias,
tan efímeras como importantes,
un grano de arena
comienza el movimiento del suelo,
todo cae, todo se transforma,
lo nimio de su ser manda el cambio,
sin tener sentido el que se esté dando,
la aleatoriedad del poder
es un hecho injustificable,
¿es, quizá porque todos somos iguales?
ante esa igualdad tendría sentido,
el problema que surge es que no lo somos,
solo somos lo que somos,
más allá de la nimiedad
que es la humanidad ante todo el resto
de partes en el universo,
y aunque el gran panorama nos haga ver
como puntos al azar sobre el lienzo,
somos distintos, aunque indistinguibles
cuando miramos desde arriba,
desde lejos, más allá del cielo,
pero es así que un punto
apaga a otros puntos,
absorbiéndolos en el silencio
del lienzo nocturno,
puntos sin leyenda para recordarnos,
siquiera, un nombre para hacerle distinto.

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