lunes, 3 de marzo de 2014

Creador

La mano que escribe,
los trazos que hace,
las palabras que dice,
las tramas que crea,
no definen el rostro del escritor,
se acercan a sus maquinaciones,
pero no responden a sus gestos,
nadie se imagina la mano,
solo sus producciones,
la insolente creación
que supera al creador
para ser libre de sí misma,
y amarra sus repercusiones
a la silla del escritorio
de un escritor sin nombre,
solo los que le dan sus personajes,
fríos y consistentes,
posibles por sí mismos,
más allá de la inventiva
de un señor con bigote
o una señorita de pelo largo,
las palabras le hacen trampa
y lo desligan de ellas,
excepto de sus consecuencias,
culpas del desenfreno,
de la ilimitada posibilidad del sueño
y sus vástagos rutilantes.

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