sábado, 6 de septiembre de 2014

Donante

José Miguel yacía alegre desangrado,
tanta vida se le habían llevado,
que ya había sido demasiado,
mucho más de lo que se puede dar
a las tres de la mañana,
con alcohol en el cuerpo,
despertar así era algo hermoso,
nunca se sintió tan entendido antes,
y es tarde para decir que puede ser
que alguna vez vuelva a suceder,
con la misma o más intensidad,
aunque siempre se pueda culpar
a la sequedad de su boca.

No son imágenes las que se suceden,
por cierto que no lo son,
frente a sus ojos a medida
que va ramificándose por el suelo,
utilizando cada rendija como cauce,
el vino de la vida que corre
para mantener el cuerpo transcurriendo,
mientras se mantenga así,
seguirá sintiendo lo último,
lo que se suceden son las esencias
de los diferentes momentos
que han sido recorridos hasta el final,
camino claro y sinuoso de una vida,
la fragancia de un amor pútrido,
el aroma del placer viciado,
la lectura un libro viejo, uno nuevo,
así huele al final de día,
la esencia crepuscular de las hojas
a medida que se van cayendo,
hasta desangrarse, hasta secarse,
a cinco centímetros por segundo.

El vaho que queda tras el acto,
la madera va bebiendo su final,
la casa queda sola y silente,
llena de vida y tranquila.

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