viernes, 16 de mayo de 2014

1.-

El escarmiento nunca ha sido demasiado, por algo sigo tomando las mismas rutas todos los días, el único momento en que quizá quiebro los pases de la rutina es cuando me enfermo, por eso quizá me dejo enfermar, el comportamiento auto-destructivo no es menor en este sentido llamado negativo, de hecho y por el contrario, va en estricta concordancia con la necesidad de quebrar los pasillos habituales del recorrido de la existencia y su plano más terrenal, mi escape de mí mismo empieza a ir más allá de mí, para tocar, quizá, demasiadas singularidades demasiado amontonadas en espacios cerrados y pequeños.

Si bien el universo es infinito porque se come su propia cola, no deja de ser interesante la intersección redundante de tanta coincidencia repetitiva, llevando el itinerario completo de varias vidas girando sobre sí mismas, llevándonos a incurrir reiteradamente en nuestra propia falta de movilidad, que se ve respuesta en ese afán viajero, con la cadena fuertemente enraizada en algún lugar que no conocemos demasiado, y del cual nos queremos alejar para poder conocer otros distintos de nuestra cotidianidad. Repito tantas veces el camino para que me extrañen cuando no me vean, y el no verme sea lo que quiebra su rutina.

Hoy me he caído ante la curiosidad, utilizando de excusa el brillo del sol, la textura del pasto y la tierra, la debilidad física latente en cada palabra complicada y compleja que escapa de una verborrea particularmente innecesaria, pero ese es mi camino que romperé con la siguiente enfermedad de un sistema que no acaba.

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