martes, 20 de agosto de 2013

Desatamiento

Rasgué tus vestiduras,
eso fue lo primero,
las prendas separadas
me invitaban a continuar,
introducirme en la presencia,
quitando lo superficial.

Abrí tu pecho
y encontré tus colores,
los rasgué también,
reinventé sus significados,
me encontré en tu desnudez
como una idea,
me perdí completamente
ahogado,
naufrago en un mar rampante,
que se agitaba dentro de ti,
sobre tus verdaderos colores,
el de tu voz y el de tu mirada,
distinto del de tus ojos.

Seguí cortando,
partí tu vientre en recuerdos,
los deseos del alma,
los placeres del cuerpo,
siseaban,
todos ellos siseaban,
como víboras emboscando,
de esa forma,
señuelo y embate furioso,
empecé a caer por mis apetitos,
probé entretanto tus labios,
los separé con mordidas desesperadas,
en la furia del instante,
descontrolado.

Sin precisión quirúrgica
provoqué la liberación de mi cielo,
los ángeles se desarman,
se postran,
entonan un himno
de vientos eternos,
de percusión difusa,
hasta perder la consciencia,
tu voz mandó mis actos,
hasta que ya no existió tu voz,
ni la mía,
solo una que nos amalgama
y convoca al ser de la voz dormida.

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