miércoles, 16 de abril de 2014

Estantería

Los suelos ígneos se han vuelto
ciertamente extenuantes,
ya de ir por sus destinos
la flama se calma ante la comodidad
hasta puntos irreversibles,
el calor es destructivo,
aunque olvidamos su vitalidad,
la inyección de sangre a los ojos
mientras la vista fija pierde pasión,
y los ojos terminan sedientos
del placer que el pasado recuerda,
recuerda beber profusamente
de las fuentes de la memoria.

Las calmas son agradecidas
aunque inútiles para la acción,
los hechos se reproducen,
y en la mutualidad se crean otros,
nuevos y distintos, aunque antiguos,
cifrados en nuevas lenguas, 
que se superponen, unas a otras,
el levantamiento de las cenizas,
la lucha eterna por un lugar 
con los recuerdos del polvo.

Siempre un soplido nos alejará,
con el leve rugido del viento,
nos perderemos siempre en un instante,
retrasado por la mención constante
de un nombre en silencio, a veces,
otras veces el viento apresura
la consunción de un camino corto,
el río del tiempo corre, 
pasa por encima
y es irreductible.

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