lunes, 24 de febrero de 2014

El Perdido

La luna estaba triste y cansada,
el cielo lo extrañaba,
y el viento a sus plegarias,
la tierra no sentía sus pasos,
le entristecía el silencio,
ausencia del temblor leve
que provocaba su paso firme,
el mar ya no lo veía de vez en vez,
cuando salía a buscar consuelo
para tanto cansancio
por tantas plegarias, tantos pasos,
tantos temblores leves provocados,
los muros recordaban con manchas
los lugares donde se había afirmado,
ebrio, con resaca, débil, cansado,
llegando de los confines de la noche,
noche que también lo recordaba,
a veces se nublaba,
y las nubes llovían su retorno,
querían volver a notar clavados sus ojos
como estacas atentas y pensativas,
la perdición, que fue la que se lo llevó,
es ahora la que más lo extraña,
pues es a ella a quien más días dio,
a su suave meditación,
a la constante duda del ser,
al abrazo que le entregó,
antes de darle la mano
para no volver jamás,
la soledad y el silencio
se fueron con él, en un bolsillo,
dejando tras de sí todo el ruido,
los sonidos de las personas,
sus ciudades, su mundo.

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