lunes, 9 de noviembre de 2015

Prolegómeno

Me demoro.
Recorro pasajes largos antes de tomar los callejones que me llevarán hasta el lugar de la cita. Doy rodeos sin sentido, vueltas ensimismadas, una, dos, tres. Hasta tres vueltas por la misma manzana. Dejo de hacerlo cuando los vecinos que conversaban en la escalera de entrada de un edificio se percatan de lo recurrente de mi presencia, cuando sus ojos me acusan de posible ladrón. Dejo una lata marcada en alguna ventana cercana a ellos. Ya saben, causar un poco de pánico azaroso, un placer singular.
Me demoro.
Apuro el paso, como escapando, como intentando llegar a tiempo a una cita a la que no voy a llegar tarde, es imposible que llegue tarde tomando en cuenta el trayecto y la velocidad, la hora de salida y la hora máxima de llegada. Al menos 30 minutos antes del minuto en que debería salir para llegar justa y precisamente en el instante en que se propuso la cita.
Me demoro.
Camino más rápido hacia atrás, ahora que me devuelvo tras percibir que estoy perdido por seguir unos pasos demasiado estimulantes, unos tacones adelantándome unos pasos, prefijando un nuevo destino, que no era el esperado cuando la puerta golpeó su marco. Retrocedo por donde he venido, no era mi intención seguir otros pasos, la intención era alcanzarla y decir algo, pero sé que no lo haría, no hoy, quizá mañana.
Me demoro
El sudor de la frente, que no es por la caminata larga e innecesaria (aunque no tenga nada de innecesaria desde mi punto de vista), lo seco con la manga de mi chaqueta. Improviso un asiento con su escalera, la de aquellos desconocidos que decidieron tenerla por entrada de sus casas, si es que la utilizan como tal. Sigo secando mi frente con la manga y la manga con el torso de la chaqueta, y entonces recuerdo un pañuelo perdido en mis bolsillos. Está junto con el libro, ese que dejé el bolsillo ancho donde entra justo, apretado junto al pañuelo. Saco ambos. Ambos son para secar mi sudor.
Me demoro.
Son sólo unos minutos, trato de llegar justo a tiempo. y lo hago. No hay nada más que decir. Su respiración agitada, la mía. No hay nada más.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario