viernes, 17 de abril de 2015

Arriba a la Derecha. Abajo a la Izquierda.

Ella entró a la pieza. Su mirada se encontraba perdida, no se encontraba. Su mirada, quiero decir. Perdida, quiero decir.
Miró de reojo hacia su izquierda. La luz, artificial, estaba asentada en el techo, cayendo desde él, más bien, menos bien, nada bien, algo, tal vez. Sobre su cabeza la luz, levemente hacia la derecha, desde mi posición, en la cama, a la izquierda de ella, abajo, donde se posó su mirada de reojo.
Creo haber visto su mirada. Su cabeza ocultaba su rostro, solo se distinguía una lejana faz, solo posible de encontrar con esa luz, levemente hacia la izquierda sobre su cabeza, mirando desde su derecha, abajo. No tan lejana, en realidad, al oponer la idea con los hechos. Pero los hechos están bajo el yugo constante de la ideas personales, la proyección, sobre los hechos, de los sentimientos, ideas preconcebidas, alineación de los astros, etcétera. Así que los hechos no son los hechos, medio eclipsados por sí mismos y por mí mismo, a partes iguales.
Su mirada está perdida, pero ya no te interesa demasiado hablar de eso. Interesaría, quizá, si es que, tal vez, los hechos, dentro de la posibilidad, hayan sido los que se relatan, pero los hechos no son como se relatan.

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