sábado, 18 de noviembre de 2017

Noche de Viernes

Cuando están solos
van a rayar la cocina,
en sus laterales
están las ideas románticas,
llenas de palabras
melosas y suicidas,
y siempre tangenciales,
egoístas y personales,
inalcanzables,
de ritmos conspicuos,
de ardor, cariño
y gritos.

Con platos rotos
hacen el desamor,
forman frases
con sus fragmentos,
pintan con los restos
de comida desperdigados
los bordes blancos
de la loza quebrada,
en otras lozas controlan
la trizadura para hacer ideas,
ideogramas, dibujos,
narran historias melancólicas
o dejan círculos abiertos,
nostálgicos.

Llenan de harina
el mueble de cocina,
que no es blanco,
para purificarlo,
le lanzan agua,
dos cucharadas,
azúcar, sí, por favor,
de leche, una taza,
y la masa es, precisamente,
su opinión de la gente,
los nudos del uslero
muestran la vejez,
solitaria, aplastante,
y los brazos que la mueven,
la fugacidad de la juventud.

Nunca hornean nada.

Por lo general compran comida preparada.

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